Venus y Adonis

Venus and Adonis by William Shakespeare, aquí versión propia en español / English version: https://shakespeare.folger.edu/shakespeares-works/venus-and-adonis/the-poem/ 

Tan pronto el rostro purpura del sol
Percibía de la aurora en lágrimas su adiós,
Ya Adonis, de rosadas mejillas, se apuraba a la caza;
Amaba la cacería, mientras del amor con desdén se burlaba.
Venus enferma de deseo se acerca (5)
Y como una audaz pretendiente lo corteja:

‘Tú, tres veces más bello que yo misma’, —así comienza,
‘Flor primera de la pradera, de dulzura sin par,
Más adorable que un hombre y sofoco de las ninfas,
Más blanco y rojo que son palomas y rosas: (10)
Natura, que te diseñó en competencia contra sí misma
Afirma que el mundo encontrará su fin con tu partida.

‘Tú, maravilla, consiente en dejar tu montura,
Y domina del corcel la orgullosa cabeza atándola a la silla;
Si te dignas conceder este favor, por tu gracia (15)
Que de la miel te daré a conocer los mil secretos.
Ven aquí y siéntate, adonde no silba la serpiente,
Que apenas lo hagas te ahogaré con besos.

‘Besos que lejos de saciar tus labios con molesta abundancia
Los llenarán de apetito en medio del exceso, (20)
llevándolos con fresca variedad del pálido al rojo;
Un largo beso será como veinte, diez cortos como uno:
Un día de verano parecerá una hora o menos,
Entretenido en juegos que seducen al tiempo.’

Diciendo esto se apodera de su tibia palma (25)
Que anuncia vigor y sustento,
Y temblando de pasión la nombra bálsamo,
Soberano ungüento del orbe, cura de diosas.
Delirante, el deseo le presta fuerzas
Y resuelta lo arranca del caballo. (30)

Adonis adolescente

Con un brazo sostiene el brioso corcel,
Del otro pende el tierno Adonis
Que enrojece y se enoja con aburrido desdén,
Su apagado apetito no es apto para el juego:
Ella roja y caliente como carbón bajo fuego, (35)
Él rojo de vergüenza, pero helado en deseo.

Veloz, la tachonada brida a una ruda rama enlaza.
¡Oh, cuán rápido es el amor!
Apenas atado el corcel, ahora incluso
Amarrar al jinete intenta: (40)
Hacia atrás lo empuja, como a ella le gustaría,
Y con fuerza lo gobierna, no con lujuria.

Tan pronto como cae, ella se tiende a su lado,
Sobre codo y cadera se apoyan ambos;
Ahora acaricia su mejilla, ahora él arruga el ceño (45)
Y comienza a quejarse, pero pronto ella detiene sus labios,
Y besándolo le habla una lengua entrecortada por lujuria:
‘Si te vas a quejar, tus labios ya no se abrirán’.

Él quema con tímida vergüenza, ella con sus lágrimas
Ahoga el virgen encendido de sus mejillas; (50)
Entonces con el aliento de su sofoco y su cabello de oro
Sopla y abanica ella hasta secarlas otra vez;
La acusa de exceso, reprocha su falta.
Lo que seguiría ella asesina con un beso.

Así como un águila hambrienta afilada por el ayuno (55)
Destroza con su pico plumas, carne y hueso,
Y batiendo sus alas devora apurada cuanto está expuesto
Hasta hartarse o dar fin a la presa,
Así ella besa su frente, mentón y mejilla
Y comienza de nuevo cuando termina. (60)

Venus y Adonis, Paolo Veronese 1580 Museo El Prado

Obligado cede, pero nunca obedece,
Jadeando yace, sopla sobre su cara;
Ella se alimenta del vapor de esta presa,
Lo llama humedad del cielo, gracia del aire,
Deseando que sus mejillas fueran jardines en flor (65)
Para así ser rociadas por tan pura llovizna.

¡Miren!, como el pájaro en la red enredado
Así yace Adonis entre los brazos de la reina atado;
El bochorno y la vencida resistencia lo molestan
Y alimentan con belleza sus ojos enojados. (70)
Si sumas lluvia a un río que plena su cauce
Por fuerza lo llevaras a desbordarse.

Todavía suplica, gentilmente suplica,
Pues para un gentil oído ella entona su historia.
Él continua hostil, todavía indiferente y molesto, (75)
Entre la timidez carmesí y la cólera, pálida como ceniza.
Cuando enrojece ella más pasión siente,
Cuando palidece, su mejor mejora y se enciende.

Miren cómo él todo lo puede, mientras ella solo amar puede,
Y por su hermosa mano inmortal jura (80)
De su tierno pecho jamás alejarse
Hasta que, a cambio de lágrimas, arrebate una tregua,
Pues no han cesado de llover y mojar sus mejillas;
Y un dulce beso la incontable deuda pagaría.

Ante tal promesa levanta el mentón (85)
Como el pez que de entre la ola emerge
Y, al ser descubierto, rápido se sumerge;
Así ofrece dar lo que ella pide,
Pero cuando sus labios estaban listos para el pago
Él parpadea y voltea los suyos hacia lugar equivocado. (90)

Jamás un viajero bajo el calor del verano
Sintió más sed que ella en aquel momento.
La medicina ella mira, pero, para ella, no era.
La abrasa el fuego, aun bañándose en agua fresca.
‘¡Oh, piedad!’, grita, ‘¡Niño corazón de roca! (95)
Solo un beso pido, ¿por qué eres tan tímido?’

‘Yo he sido cortejada, como te ruego yo a ti ahora,
Hasta por el severo y funesto dios de la guerra,
Cuyo vigoroso cuello en batalla nunca se humilló.
Aquel que acostumbra llegar y vencer cuando combate. (100)
Aun él ha sido mi cautivo y mi esclavo
Y por aquello que tú tienes sin buscar, ha rogado.

‘Sobre mi altar ha dejado reposar su lanza,
El maltratado escudo, su incontrolable cresta,
Y por mi gusto ha aprendido a jugar y a bailar, (105)
A disfrutar y sonreír, a bromear, a burlarse y a descansar;
A despreciar el rudo tambor y la roja bandera,
Haciendo de mis brazos su campo, mi cama su tienda.

‘Así he dominado al que domina,
Haciéndole prisionero en una cadena de rosas; (110)
Su bien templado acero obedece a una fuerza más fuerte,
Y, aun así, él fue servil a mi calculado desdén.
¡Oh, depón tu orgullo y no alardees de tu poder,
Porque dominas a aquella que al dios de la pelea somete!

‘Toca apenas mis labios con esos bellos labios, (115)
Los míos aun guardan el rojo, aunque no son tan bellos.
Y así, será tuyo y mío ese beso.
¿Qué miras sobre el césped? Levanta tu cabeza
Y mira mis pupilas en donde descansa tu belleza,
Entonces, ¿si ojos en ojos se unen, por qué no labios y labios? (120)

Gea, Anselm Feuerbach 1875 Fresco techo Academia de Bellas Artes Viena

‘¿Te avergüenza un beso? Cierra los ojos otra vez
Y los míos yo cerraré, entonces el día será noche.
Cuando dos a solas se encuentran, el amor se revela.
Atrévete a jugar, nuestro jugueteo no está a la vista,
Estas violetas de vena azul en donde yacemos (125)
Jamás llevaran el cuento, ni entenderán lo que queremos.

‘La tierna primavera sobre tu tentador labio
Te muestra inmaduro, pero eres ya un bocado.
Haz uso del tiempo, no pierdas ninguna ventaja;
La belleza sobre sí misma está mal gastada: (130)
La flor que no se recoge en su momento
Se marchita y consume en breve tiempo.

‘Si yo fuera desfavorecida, fea, o arrugada,
En mis maneras ruda, flaca, de voz ronca, torcida,
Raída, odiosa, reumática y fría, (135)
Seca y sin jugos, ruinosa, gorda, estéril,
Entendería tu distancia, pues para ti no sería;
Pero libre de defectos, ¿por qué me aborreces?

‘No puedes ver una arruga en mi frente,
Mis ojos son vivos y azules y brillan, (140)
Mi belleza es primavera que cada año crece;
Mi centro quema, mi carne es suave y apetece;
Mi mano húmeda seda que al sentir cercana
La tuya, podría fundirse en tu palma o disolverse.

‘Pídeme que platique y encantaré tus oídos, (145)
O, como un hada me deslizaré sobre la grama,
O, como una ninfa de desordenados cabellos
Danzaré sobre la arena sin dejar huella.
El amor es un espíritu compacto, de fuego;
No grueso que se hunde, sino ligero, y aspira. (150)

‘El lecho de prímulas sobre el que descanso es testigo,
Estas flores sin fuerza que como sólidos árboles me soportan;
Dos palomas apenas me impulsan a través del cielo
Desde el amanecer hasta la noche, adonde recrearme deseo.
Dulce joven, el amor es tan ligero, (155)
¿Cómo puede ser que en ti lo sientas pesado?

‘¿Está tu propio corazón prendado de tu propia forma?
¿Puede tu mano derecha brindar amor a tu izquierda?
Entonces cortéjate a ti mismo y por ti mismo sé rechazado;
Roba tu propia libertad y quéjate del robo. (160)
Así el mismo Narciso de él mismo se prendó
Y en el arroyo murió por besar su rostro.

‘Las joyas son para lucir, las antorchas para alumbrar,
Los manjares para gustar, la fresca belleza para usar.
Las hierbas que perfumen y los frutales que carguen. (165)
Las cosas creciendo para sí mismas abusan del crecer.
La semilla viene de la semilla y la belleza crea belleza;
Tú fuiste engendrado, el deber tuyo es engendrar.

‘¿Por qué del incremento de la tierra te alimentas
Si no es para de tu incremento alimentar la tierra? (170)
Por ley de la naturaleza estás obligado a sembrar 
A aquellos tuyos que vivirán cuando tú no estés,
Así sobrevivirás a pesar de la muerte
En aquello que seguirá vivo y te refleje.

Ovidio, Metamorfosis edición de 1556 Universidad de California, Santa Cruz

Ahora, enferma de amor la reina comienza a sudar (175)
Porque la sombra había abandonado el lugar
Y Titán, fatigado y a mitad de camino
Los observaba con ojo encendido,
Deseando que Adonis conduzca sus corceles
Para así ser él quien con Venus yace. (180)

Entonces Adonis, desdeñoso y esquivo,
Sin brillo los ojos, su semblante molesto,
Con el ceño fruncido desfigurando su rostro
Como cuando brumas y vapores manchan el cielo,
Agriando sus mejillas grita: ‘¡Ya, basta de amor!, (185)
El sol quema mi rostro, debo retirarme.’

‘¡Ay de mí!’, gime Venus, ‘tan joven y tan hostil’,
‘¡Qué tonta tu excusa para marcharte!
Mi aliento es aire del cielo, cuyo soplo gentil
Refresca el calor que desciende de este sol. (190)
Haré sombra para ti con mis cabellos
Y si ellos también queman, con mis lágrimas los ahogo.

‘El sol que brilla en el cielo, brilla pero calienta,
Y, ¡mira!, yo me tumbo entre ese sol y tú.
El calor que baja desde allá apenas daña, (195)
Mientras de tus ojos viene un fuego que abrasa
Y si yo no fuera inmortal, mi vida acabaría
Entre aquel sol celestial y este terrenal.

‘¿Eres obstinado, de roca, duro como acero?
No, más que roca, porque la piedra ante la lluvia cede. (200)
¿Eres nacido de mujer y no puedes sentir qué es amar?,
¿Cómo el deseo de amor abruma?
¡Oh!, de haber sido tu madre tan cerrada de mente
Ella no te habría traído, habría muerto sin ternura.

‘¿Qué soy para que me desprecies así (205)
O qué gran peligro detrás de lo que pido se esconde?
¿Cuánto mal a tus labios puede causar un pobre beso?
Responde, querido, con palabras amables, o enmudece.
Dame un beso y te lo devolveré con creces,
Más uno por intereses, entonces tendrás dos. (210)

‘¡Al diablo!, Cuadro sin vida, piedra sin sentido y fría,
Ídolo bien pintado, imagen sorda y vacía,
Estatua que solo alegra al ojo,
¡Cosa que parece hombre pero que no viene de mujer!
Hombre no eres, aunque un aire tengas de eso, (215)
Porque los hombres tienden a saber de besos.’

Dicho esto, su lengua que suplica se ahoga de impaciencia,
Y la inflamada pasión provoca una pausa.
Ira anuncian sus mejillas rojas y su mirada encendida
Porque la jueza del amor no logra probar su causa. (220)
De pronto llora, de pronto de buen grado hablaría,
De pronto un sollozo quiebra lo que decir quería;

A veces sacude la cabeza y luego agita las manos,
De pronto lo contempla, de pronto mira la tierra,
A veces sus brazos como cintas lo envuelven, (225)
Quisieran, pero él en sus brazos no se deja.
Y cuando él en lucha contra ellos intenta desligarse,
Ella uno por uno entrelaza sus dedos de azucena.

‘Cariño, —le dice—, ya que te he encerrado aquí
Dentro de este circuito de pálido marfil, (230)
Tú serás mi ciervo y mi cuerpo será tu jardín;
Come en donde quieras, en mis valles o montañas.
Pace sobre mis labios, y si estas colinas están secas
Busca más abajo, en donde descansan fuentes de placer;

‘Dentro de estos límites hay alivio suficiente: (235)
Dulce y baja hierba y deliciosas planicies que destacan,
Redondas lomas que suben y matorrales oscuros y rudos
Para abrigarte de tempestades y de borrascas.
Aunque millares ladren, no te azuzará ningún perro;
Ya que yo soy tal jardín, entonces sé mi ciervo’. (240)

Aureliana Navarro, Desnudo Granada, España

Ante esto Adonis sonríe con desdén
Y dos pequeños hoyos, uno en cada mejilla, aparecen;
Cupido mismo los diseña para, cuando se siente morir,
Venir él mismo en tumba tan sencilla a enterrarse,
A sabiendas de que, si a yacer viaja allí (245)
En donde el Amor vive, allí no podría morir.

Estos adorables puntos, estas redondas grutas,
Abren sus bocas para devorar el ardor de Venus.
Ya enloquecida, ¿cómo recuperar el buen sentido?
Herido de muerte una vez, ¿quién quiere una segunda herida? (250)
Pobre reina del amor a su propia ley abandonada,
Amar unas mejillas que sonriendo desairan.

Ahora, ¿qué camino puede ella tomar? ¿qué más decir?
Las palabras fueron dichas, su pena aumenta,
El tiempo se ha gastado, el objetivo se aleja (255)
Y de la trenza de sus brazos lucha por soltarse.
‘¡Compasión!’, clama, ‘¡un detalle, algo de piedad!’
Él salta y se apura hacia su caballo.

Pero, mira que entonces de aquel bosque asoma
Una yegua en celo, vigorosa, joven y orgullosa (260)
Que al caballo de Adonis espía
Mientras pisotea, salta y resopla impaciente.
Al recio cuello poco importa la rienda que lo ata,
La rompe y brioso corre hacia ella.

Relincha y sobre sus dos patas imperioso se alza, (265)
Rompe y se separa del tejido de sus cinchas;
Los rudos cascos hieren cuanto chocan
Y estruendos arrancan del vientre de la tierra.
El hierro muerde y rompe entre sus dientes,
Dominando así lo que hace nada lo dominaba. (270)

Sus orejas en punta, sus entrelazadas trenzas
Que cuelgan sobre la cresta, ahora se levantan;
Sus narices beben el aire y lo botan otra vez
Semejante a un horno que despide sus vapores,
Su ojo agresivo brilla como fuego (275)
Y muestra el coraje y el calor de su deseo.

Trota por momentos, como contando cada paso,
Con gentil majestad y modesto orgullo;
En seguida levanta su trasero y salta sobre dos patas
Como diciendo: ‘ ¡Mira, así muestro mi fuerza (280)
Y lo hago para cautivar el ojo
De la hembra que pace ahí cerca!’

¿Qué puede importarle el grito molesto del jinete?
¿Su acariciante hola o su ¡detente digo!?
Ya no se cuida del freno ni de la puntiaguda espuela, (285)
Ni le importa la vistosa silla, ni vestir galas;
Él mira a su amor y nada más mira
Porque nada más agrada a su orgullosa vista.

Mira, cuando un pintor supera la vida
Trazando un muy bien proporcionado corcel, (290)
Su arte con la mano de Natura rivaliza
Como si lo inanimado a lo viviente excediera.
Así este caballo a otro común excedía
En forma, en color, paso, gracia y valía.

Ágil de movimiento, rudo el espolón, pezuña redonda, (295)
Extenso el pecho, grandes los ojos, nariz ancha y cabeza pequeña,
Piernas rectas y muy fuertes, alta la cresta, oreja corta,
Delgada la crin, trasero ancho, suave la piel y gruesa la cola:
Lo que un caballo debe tener a este no le faltaba,
Salvo un arrogante jinete sobre tan arrogante lomo. (300)

A veces corre, se detiene, y ahí se planta,
Otras se estremece al temblar de una pluma;
Con el viento se prepara a competir en velocidad
Y no se sabe si corre o vuela;
A través de la crin y la cola canta fuerte el viento (305)
Haciendo como alas de plumas abanicar su cabello.

El corcel mira a su amor y relincha por ella,
Ella le responde como si supiera lo que piensa,
Vanidosa como toda hembra que se sabe deseada
Muestra indiferencia, revela extrañeza. (310)
Lo desdeña y desprecia el calor que él demuestra;
Golpeando con sus cascos su orgullo golpea.

Entonces, melancólico y descontento
Baja la cola, que como suspendido plumaje
Prestaba fresca sombra sobre el brillo del anca; (315)
Patea y muerde a las pobres moscas con furia.
Su hembra, percibiendo la cólera,
Se insinúa amable y alivia la rabia.

Su molesto amo se apresura a detenerlo,
Cuando, ¡mira!, la yegua sin freno, llena de temor, (320)
Celosa de su libertad veloz se aleja
Y tras ella el caballo, dejando a Adonis allí.
Y como locos en el bosque se esconden
Adelantando el sobrevuelo de los empeñados cuervos.

Giorgione and Titian, Sleeping Venus c. 1510

Furioso y frustrado Adonis se sienta (325)
Y maldice a su estrepitosa bestia.
Y así una nueva y feliz ocasión regresa
Para que el amor enfermo de amor declare amor,
Pues, los amantes lo dicen, tres veces mal le va
Al corazón si le niegas el auxilio de la lengua; (330)

El cauce que detienes o el horno cerrado
Se desborda con rabia el uno, arde más el otro;
De la pena ahogada puede decirse igual,
Que la calma el libre aliento de las palabras,
Pero cuando el abogado del corazón enmudece, (335)
Desesperado en su proceso, el cliente desfallece.

Adonis la ve venir y comienza a enrojecer
Como el viento revive a un carbón que se duerme;
Con su sombrero esconde su ceño incómodo,
Mira hacia la tierra gris con la mente turbada (340)
Sin prestar atención a la que está tan cerca,
Dudoso mira de lado como si no existiera.

¡Oh!, qué espectáculo aquel, duro es ver
Cómo se acerca robando vista al rebelde muchacho;
Notar el encendido conflicto en su rostro, (345)
¡Cómo el blanco y el rojo se destruyen el uno al otro!
Ahora sus mejillas, antes pálidas, poco a poco
Se encienden como relámpago del cielo.

Entonces llega ella justo a su lado
Y como una humilde amante se arrodilla: (350)
Con una divina mano le quita el sombrero
Mientras con la otra acaricia la dulce mejilla:
La tierna piel recibe la suave impresión
Como recibe cada huella la nieve recién caída.

¡Oh!, ¡Qué guerra de miradas entre ellos se desata! (355)
Sus ojos suplicantes a los de él imploran,
Los de él ven como si nada vieran;
Los suyos cortejan, los de él desdeñan.
Y este mudo drama culmina con lágrimas,
Coros son que llueven desde sus ojos. (360)

Muy delicada ahora ella toma su mano,
Lirio prisionero en cárcel de nieve
O marfil encerrado bajo rocosa mina,
Tan blanca amiga ciñe a tan blanca enemiga;
Este magnífico combate de ataque y resistencia (365)
Semeja a dos palomas de plata que sus picos enfrentan.

Una vez más su máquina de pensar se activa:
‘Oh tú, bello entre lo que se mueve sobre la esfera mortal,
Que no seas tú quien yo soy, y yo un hombre:
Mi corazón entero como el tuyo, tu corazón con mi pena. (370)
Por una dulce mirada tuya aseguraría tu cura,
Aunque solo la ruina de mi cuerpo te salvara.

El joven Adonis

‘Regresa mi mano’, replica él, ‘¿por qué la aprietas?’
‘Regresa mi corazón’, responde ella, ‘y la tendrás de nuevo.
¡Oh!, regrésalo, no sea que tu rudo corazón lo convierta en acero, (375)
Y siendo acero, nunca puedan allí tallarse suspiros ligeros.
Entonces yo a los quejidos profundos del amor no miraría
Pues el corazón de Adonis habría endurecido el mío’.

‘¡Por favor!’, grita él, ‘déjala y déjame ir;
El placer de mi día pasó, mi caballo ha huido, (380)
Por tu culpa no está aquí conmigo.
Te ruego entonces, déjame aquí sólo;
Mi único afán, mi mente y mi atención,
Están en cómo quitar a esa yegua mi caballo.’

‘Tu montura’, ella replica, ‘como es debido, (385)
Responde a la tibia cercanía del deseo.
La pasión es una brasa que debe ser aliviada,
O si no, herida, encenderá el corazón en fuego.
El mar ve límites, el profundo deseo ninguno;
Entonces no te sorprenda tu caballo huido.’ (390)

‘Como un viejo rocín permanecía, a un árbol atado,
¡Vasallo sometido por una rienda de cuero!
Pero, cuando vio a su amor, bello premio de su juventud,
Miró con desprecio el poder de tal esclavitud
Y tirando de la correa que doblaba su cerviz (395)
Liberó su boca, su lomo y su pecho.’

‘¿Quién, al ver el cuerpo desnudo de su amada
Mostrar a las sabanas un tipo de blanco más blanco,
Se conforma con saciar los ojos glotones
Sin que igual pretendan los otros sentidos? (400)
¿Quién es tan cobarde que no se atreva
A tocar el fuego cuando el tiempo es frío?’

‘Déjame que excuse a tu caballo, muchacho,
Y aprende de él, de corazón te lo pido.
Toma ventaja del deleite que aparece; (405)
Aun quedándome muda, te enseña cómo procede.
Oh, aprende a amar, la lección es simple
Y una vez hecha perfecta, jamás se pierde.’

‘No conozco el amor’, responde él, ‘ni quiero conocerlo.
A menos que sea un jabalí, y entonces lo cazaría. (410)
Es mucho como préstamo y no quiero deberlo;
Mi amor al amor es amor a su desgracia,
Pues he oído decir que es vida y muerte,
Y ríes y lloras, y todo en el mismo suspiro.’

‘¿Quién llevaría un vestido sin forma y sin terminar?, (415)
¿Quién arranca el botón antes que aparezca la rosa?
Si creciendo las cosas se pellizcan
Menguan en su gracia y ya nunca alcanzan valor;
El potro que se monta y carga siendo joven
Pierde el orgullo y fuerte, no crece.’ (420)

‘Dañas mi mano de tanto que la aprietas,
Separémonos y dejemos esta charla vana.
Retira tu asedio a un corazón que carece de caminos;
Los asaltos del amor no podrán con esta puerta.
Olvida tus promesas, tus falsas lágrimas, tus halagos; (425)
A un corazón duro esto no lo merma.’

‘!Cómo!, ¿puedes hablar?’, responde ella, ‘¿tienes lengua?
Aunque no la tuvieras, o yo no oídos,
Igual tu voz de sirena hace doble mi daño;
Antes tenía una carga, para soportar otra más: (430)
Música discordante, ruda melodía del cielo,
Dulce música para el oído, mortal herida para el pecho.’

‘Si no tuviera ojos sino oídos, mis oídos amarían
Lo invisible, tu belleza interna.
O siendo sorda, tus partes externas moverían (435)
Cada parte sensible de mí:
Y aun sin ojos ni oídos, para oír o ver,
Me enamoraría de ti tocando tu ser.’

‘Digamos que el sentido del tacto me abandonara,
Y que ver no pudiera, ni oír, ni tocar, (440)
Y que nada excepto el puro olfato me quedara,
Aun mi amor hacia ti seria innumerable
Pues tu rostro insistiría en emanar el soplo
Perfumado, que al amor sustenta por el olfato.’

‘¡Y qué banquete serías tú para el gusto, (445)  
Siendo cuidado y alimento de los otros cuatro!
¿No desearían ellos ver este festín durar por siempre,
Y a la misma sospecha cerrarían con doble llave la puerta,
No sea que los celos, amargo visitante,
Vengan a turbar el espíritu de la fiesta?’ (450)

Hans Makart, Les cinq sens c. 1875

Y una vez más se abrió el portal color rubí
Que al discurso de él había cedido dulce paso,
Como el rojo amanecer que anuncia desde siempre
Naufragio al marino, tempestades a los campos,
Desgracia a los corderos, males a los pájaros (455)
Y borrascas y ráfagas a vaqueros y rebaños.

El mal presagio cuidadosamente ella presiente:
Así como antes de la lluvia se acalla el viento,
O como antes de aullar el lobo muestra los dientes,
O como, antes de manchar, la baya se rompe, (460)
O como la bala del arma anuncia la muerte,
Así ella adivina lo que viene, antes que las palabras comiencen.

Ante su mirada ella completa se desmorona,
Al amor lo mata una mirada y una mirada lo revive;
Sana el fruncido ceño por una sonrisa. (465)
Pero, ¡bendita bancarrota que por amor prospera!
El cándido joven, creyéndola muerta,
De tanto darle palmadas enciende sus pálidas mejillas.

Extrañado entonces frena su primera intención
Que buscaba severamente reprenderla (470)
Y que el astuto Amor ha sabido evadir
Propiciando una caída para defenderla,
Pues ella está tendida como muerta sobre el césped,
Hasta que su aliento en ella de nuevo vida aliente.

Él le pellizca la nariz, sacude sus mejillas, (475)
Dobla sus dedos, le aprieta el pulso,
Frota sus labios: busca mil maneras
De enmendar el daño que sus desaires han causado.
La besa y ella de buena voluntad
Nunca se levantaría para que la bese otra vez. (480)

La noche de pena ahora se torna día
Cuando, tímida, ella abre sus dos ventanas azules;
Y es como el sol cuando con fresco arreglo
Saluda a la mañana y la tierra toda renace;
Y como el brillante sol glorifica al cielo, (485)
Así su rostro se ilumina con sus ojos,

Cuyos rayos se fijan sobre su rostro lampiño
Como si de allí tomara prestado todo su brillo.
Nunca antes cuatro lámparas tales fueron juntas,
Hasta que las nubes de enojo de él se interpusieron. (490)
Las de ella, a través del cristal de las lágrimas, brillaban
Como la luna cuando de noche se refleja en agua.

‘¿Dónde estoy?’, exclama ella, ‘¿en la tierra o en el cielo?
¿Sumergida en el océano o en el fuego?
¿Qué hora es esta? ¿La mañana o la agotada tarde? (495)
¿Es el deseo de la vida o lo que disfruto es la muerte?
Hace un instante vivía y sentí el sofoco de morir en vida;
Hace un instante moría, y era la muerte alegría viva.’

‘Oh, ¡Me matas! ¡mátame otra vez!
Tu corazón, maligno tutor de tus ojos, (500)
Enseña el truco del desprecio y un desdén tal
Que a mi pobre corazón acaba por asesinar;
Y estos ojos míos, fieles guías de su reina,
Sin la piedad de tus labios no se abrirán más’.

‘¡Mucho puedan uno al otro besarse como cura! (505)
¡Que nunca su manto carmesí dejen de llevar!
Y que, mientras, su verde perdure
Y aleje la infección de los años pestilentes;
Que los que miran las estrellas, habiendo escrito muerte,
Puedan decir que tu aliento expulsó la peste. (510)

‘Labios puros, dulce sello sobre mis suaves labios impreso,
¿Qué oferta puedo proponer para que se impriman de nuevo?
A venderme yo misma consiento gustosa:
Me compras, pagas y me usas como se debe.
Para cerrar la compra y por temor a las copias, (515)
Pese tu sello lacrado sobre el rojo-cera de mi boca.’

‘Mil besos compran mi corazón,
Págalos a tu gusto, uno por uno.
¿Qué son diez veces cien toques para ti?
¿No se dice rápido y rápido se dan? (520)
Digamos que, por falta de pago, vamos al doble,
¿Son veinte veces cien besos tanto problema?’

Velázquez, Venus del espejo 1647 Museo El Prado

‘Hermosa reina’, ahora él, ‘si algún amor me tienes,
Mide mi extrañeza por el verde de mis años.
Antes de que me conozca a mí mismo, no busques conocerme: (525)
Ningún pescador se interesa en un pez pequeño;
La ciruela madura cae, la verde en la rama permanece
O se amarga, si se la retira temprano.

‘Mira, el que consuela al mundo con paso agotado
Su fogosa tarea diaria finaliza en el oeste; (530)
El búho, heraldo de la noche, chilla; es tarde.
Los pájaros regresan al nido, los corderos a guardarse.
Y nubes negras como carbón sombrean la luz del cielo.
Nos piden partir y nos dicen buenas noches.’

‘Ahora déjame decir buenas noches, y así tú dilo; (535)
Si lo haces te daré un beso.’
‘Buenas noches’, dice ella, y antes que él diga adieu
La tarifa de miel de la despedida se cobra ella.
Sus brazos prestan al cuello un dulce abrazo,
Fundidos entonces parecen, los rostros un solo rostro. (540)

Hasta que sin aliento él rompe el lazo y retira
La humedad celestial, esa dulce boca de coral
Cuyo precioso sabor los labios sedientos de ella conocieron bien,
Labios que aun saciados se quejan de secos.
Él, abrumado por la abundancia, ella sedienta por la falta; (545)
Pegados los labios y juntos caen sobre la tierra.

Ahora el veloz deseo tomó a la rendida presa,
Y ella glotona se alimenta, no se sacia;
Sus labios conquistan, los de él obedecen
Pagando el rescate que la agresora pretende; (550)
Avaricioso buitre que fija un precio tan alto
Que amenaza secar el rico tesoro de sus labios.

Habiendo sentido la dulzura del botín
Con furia ciega comienza ella a rebuscar;
Polvo y humo levanta el rostro, hierve su sangre, (555)
Y la descuidada lujuria despierta un desesperado coraje:
Siembra el olvido, abandona el puro rubor,
Expulsa a la razón y arruina el honor.

Frágil, extenuado y encendido por los violentos abrazos,
Como un pájaro salvaje domesticado a fuerza de caricias (560)
O como el ágil corzo abatido por la huida
O como el niño malcriado que al mecerlo se sosiega,
Así Adonis obedece, más no resiste,
Mientras ella toma lo que puede, no lo que quiere.

¿Cuál es la sólida cera que, si animoso la manipulas, (565)
No cede y al final a la más ligera impresión se entrega?
A menudo el atrevimiento logra aquello que no se espera,
En amor sobre todo, cuando se pide perdón, no permiso.
El deseo no desmaya como lo hacen los cobardes
Sino que ataca mejor cuando las cosas se enredan. (570)

Si cuando frunció el ceño ella hubiese abandonado,
No habría probado el néctar de sus labios.
Ni palabras necias ni malos ojos repelen a un amante;
Aunque la rosa tiene espinas igual se toma;
Encierra a la belleza tras veinte cerrojos (575)
Y veras al amor al final vencerlos a todos.

Ahora ella, por piedad, más no puede detenerlo;
El pobre tonto le ruega dejarlo partir.
Ella está resuelta a no retardarlo.
Le dice adiós, que cuide bien de su corazón, (580)
El cual, por el arco de Cupido protesta,
Enjaulado en el pecho él se lleva.

‘Dulce muchacho’, le dice. ‘esta noche me consumirá la pena,
Pues mi corazón, enfermo, ordena a mis ojos vigilar.
Dime, dueño del amor, ¿nos veremos mañana? (585)
Di, ¿Nos veremos, nos veremos? ¿Aceptas el encuentro?’
Él dice no, pues para mañana planea
Con algunos amigos cazar al jabalí.’

‘¡El jabalí!’, objeta ella, y un súbito pálido
Como fino velo se extiende sobre el encendido rosa, (590)
Ocupa su mejilla; ella tiembla con esta historia,
De un salto sus brazos toman su cuello y lo enlazan.
Ella se hunde todavía abrazada a su cuello;
Él sobre su vientre cae, ella sobre su espalda.

Ahora está ella en el puro ángulo del amor, (595)
Su campeón montado para el ardiente encuentro,
Mas ella confirma que todo es fantasía:
Aunque él la monta, se niega a montarla.
Lo que Tántalo sufrió no fue peor,
Abrazada al Elíseo y del amor tan lejos. (600)

Tiziano, Amor sacro y amor profano 1514

Así como los pájaros se engañan con uvas pintadas,
Sacian el ojo y aun sienten el buche hambriento,
Así languidece ella ante este percance,
Como un ave que impotente ve las frutas y no se alivia.
Los cálidos efectos que ella en él encuentra que faltan (605)
Busca encenderlos con besos continuos.

Pero todo es en vano, pobre reina, no ocurrirá.
Ella ha ensayado todo cuanto se puede;
Su alegato merecía mejor honorario.
Ella es el amor, ella ama, y aun ella no es amada. (610)
‘Fuera, deja’, dice él, ‘me aplastas, déjame ir;
No tienes razones para retenerme así.’

‘Ya te habrías ido’, ella responde, ‘dulce niño,
De no haber dicho que vas a la caza del jabalí.
¡Oh!, te advierto, no sabes lo que es herir (615)
Con la punta de una jabalina a un rudo cerdo,
Cuyos colmillos ves gotear siempre afilados
Dispuestos a asesinar como mortal carnicero.

‘Sobre su curvo lomo un ejército de púas
Erizado amenaza a quien lo persigue; (620)
Sus ojos, gusanos encendidos, brillan cuando rabia,
Y su hocico cava sepulcros por donde pasa;
Acosado, lo que sea embiste
Y al que toca hiere y desgarra.

‘Su costado, armado con peludas cerdas, (625)
Supera las pruebas que la punta de tu lanza ha enfrentado;
Su cuello grueso y corto no se presta fácil a la herida
Y, enfurecido, sobre el mismo león se lanza.
Las zarzas espinosas y los arbustos enredados
Le temen cuando corre y de su lado se apartan. (630)

‘!Ay de mí!, él no admirará ese rostro tuyo
Al cual tributan miradas los ojos de Cupido;
Ni tus manos suaves ni tus labios dulces ni tus ojos de cristal,
Cuya completa perfección admira al mundo;
Sino que, tomando ventaja, ¡pavoroso espanto!, (635)
Arrancaría tus encantos como se arranca el pasto.

‘Déjalo tranquilo en su odiosa guarida;
La belleza nada hace entre tales amigos.
Que su peligro no te alcance por tu causa;
Aquellos que prosperan saben tomar consejo. (640)
Cuando nombraste a esa bestia
Temí por tu fortuna y temblaron mis rodillas.

‘¿No reparaste en mi cara? ¿No estaba blanca?
¿No viste la marca del temor acechar mis ojos?
¿No me sentí desmayar y enseguida caer? (645)
Dentro de mi pecho, en donde te encuentras,
Mi corazón jadea, late y no descansa
Y los presagios me asaltan.

‘Porque en donde reina el amor, la inquieta sospecha,
Centinela del afecto, se instala: (650)
Da falsas alarmas, aconseja motines,
Y en horas de calma grita ¡alerta! ¡alerta!
Destemplando al gentil amor en su deseo,
Como aire y agua abatiendo fuego.

‘Este amargo espía, refinado soplón, (655)
Este gusano que se alimenta del tallo del amor,
Esta lleva-cuentos, inconforme Sospecha,
Que a veces trae la verdad, otras la falsedad,
Toca en mi corazón y me susurra
Que, si te amo, debo temer tu pérdida. (660)

‘Y más que eso: presenta a mis ojos
La imagen de un babeante y rabioso cerdo,
Bajo cuyos afilados colmillos sobre sus espaldas yace
Una imagen como la tuya, salpicada de rojo;
Y su sangre sobre las frescas flores derramada (665)
Hace que se inclinen de pena y bajen sus corolas.

‘¿Qué puedo hacer viéndote así,
sino temblar ante tal imaginación?
Este pensamiento hace temer a mi corazón
Y el temor enseña el arte de adivinar: (670)
Y así yo profetizo tu muerte
Si encuentras al jabalí mañana.

Goya, Perro semi hundido c 1820 Museo El Prado

‘Pero si solo deseas cazar déjate guiar por mí:
Suelta los galgos contra la liebre, que teme,
O contra la zorra que vive por astucia, (675)
O contra el corzo, que no se atreve;
Persigue mejor por la llanura a estas temerosas criaturas
Y sobre tu caballo de soplo amplio acompaña a tus galgos.

‘Y cuando estés sobre la pista de la miope liebre,
Observa cómo el animal, para superar su situación, (680)
Adelanta al viento, y con cuánto cuidado se desliza,
Avanza y cruza dando mil rodeos.
Los muchos hoyos que atraviesa
Son laberintos que al cazador despistan.

‘A veces corre entre un rebaño de ovejas (685)
Para equivocar el olfato de los galgos corredores;
O se escurre entre las delgadas conejeras
Adonde el alarido de los ruidosos perseguidores no llega,
O se mezcla a una manada de gamos.
El peligro le enseña estrategia, el temor ingenio. (690)

‘Porque allí su olor con el de otros se mezcla,
Los excitados cazadores que siguen la pista dudan
Y por un momento sus aullidos cesan,
Hasta que con idas y venidas limpian la fría pista.
Entonces el bullicio se reanuda y responde Eco (695)
Como si otra cacería se desarrollara en los cielos.

‘En esto la pobre liebre, lejos sobre una colina,
Con agudo oído se sienta sobre sus patas traseras
Para escuchar si sus enemigos aún la persiguen.
De pronto la ruidosa alarma escucha. (700)
Y ahora su angustia bien se compara
A la de un enfermo que siente las campanadas.

‘Entonces a la desdichada verás húmeda de rocío
Ir y venir sobre el camino, zigzaguear:
Cada maliciosa rama rasga sus piernas cansadas, (705)
Cada sombra la frena, cada murmullo la suspende.
Porque a la miseria muchos la pisotean
Y cuando estas abajo nadie te recuerda.

‘Estate quieto y escucha un poco más;
No, no lo intentes, porque no te irás. (710)
Aunque no está en mí moralizar
Lo hago para que desistas de la caza del jabalí,
Aplicando esto a aquello, aquí y allá,
Porque el amor cada angustia la puede comentar.

‘¿En dónde me quede?’, ‘No importa dónde’, él contesta, (715)
‘Déjame y que la historia termine bien:
La noche se gastó.’ ‘¿Y qué? ¿Qué hay con eso?’ replica ella,
‘Me esperan mis amigos’, responde él,
‘Y ahora está oscuro y puedo tropezar.’
‘En lo oscuro’, ella dice, ‘el deseo ve mejor. ’ (720)

‘Pero si caes, oh, entonces imagina esto:
La tierra enamorada lo hace para amarte,
Nada más que besos quiere robarte.
Ricas prendas convierten en ladrones a hombres honestos.
Así tus labios a la modesta Diana ponen taciturna, (725)
Temerosa, tras un beso tuyo, de morir perjura.

‘De esta oscura noche percibo ahora las razones:
Cintia, por vergüenza, apaga su brillo de plata
Hasta que la falsa Natura sea condenada por traición,
Por robar del cielo moldes que eran divinos, (730)
Con los que te ha formado, violando designios del cielo,
Para avergonzar de día al sol y de noche a ella.

‘Y por eso ha sobornado al Hado
Para frustrar la fina obra de Natura,
Mezclando con enfermedades a la belleza (735)
Y a la pura perfección con fallas impuras,
Haciéndola presa de miserias
Y de la tiranía de accidentes sin fortuna:

‘Como fiebres que abrasan, debilidad,
Palidez, peste, escalofríos y furias, (740)
Y de las enfermedades del alma, cuyos efectos
Calientan la sangre y corrompen la semilla:
Los excesos, tumores, el dolor y el maldito desespero
Han jurado la muerte de Natura por forjarte tan bello.

‘El menor de todos estos males (745)
Rebaja a la belleza en un minuto de pelea:
Gracia, sabor, maneras y cualidades,
En los que el juez imparcial se maravilló antes
De pronto se corrompen, arruinados, mezclados y pasados,
Como nieve de montaña derretida por el sol del mediodía. (750)

‘Por tanto, desafía a la castidad que no da frutos,
A las vestales que no aman y a las monjas, que se aman ellas,
Y que quisieran provocar sobre la tierra
Infertilidad y escasez de hijas y de hijos.
Sé pródigo: la lámpara que durante la noche arde (755)
Acaba su aceite para prestar luz al mundo.

‘¿Qué es tu cuerpo sino la devoradora tumba
Que parece sepultar aquella posteridad
Que por los derechos del tiempo tienes,
Si tú no la detienes en su oscuro germen? (760)
Si así lo haces, que el mundo te desdeñe
Por asesinar con tu orgullo la esperanza de lo que viene.

‘Así tú en ti mismo te consumes,
Un daño peor que una guerra civil entre hermanos.
O como aquel que contra sí mismo levanta su mano, (765)
O como el carnicero padre que priva de vida al hijo.
El obsceno orín corroe el tesoro escondido,
Mientras el oro en uso más oro produce.’

Durero, Adán y Eva Museo El Prado

‘No, ¡otra vez!’, exclama Adonis, ‘vuelves de nuevo
Con tu inútil y manoseado discurso. (770)
El beso que te di lo presté en vano
Como en vano nadas contra la corriente;
Por el oscuro rostro de esta noche juro
Que por lo que haces me gustas menos y menos.

‘Si el amor te ha prestado veinte mil lenguas (775)
Y más movimiento a cada una de ellas que a la tuya,
Encantando como tentador canto de sirena,
Aun así en mí su seductora balada se pierde
Porque en mi oído mi corazón está en armas
Y no entrará allí ningún falso sonido. (780)

‘No sea que la engañosa melodía se apure
Dentro del calmo encierro de mi pecho;
Y entonces mi pobre corazón se vea deshecho,
En su alcoba privado de descanso.
No, mi señora, no. Mi corazón no aspira a sufrir, (785)
Sino que duerme profundo mientras duerme solo.’

‘¿Qué cosa has dicho antes que no pueda censurar?
Suave es la pendiente que lleva al peligro.
No odio el amor sino los artificios de tu amor
Que presta abrazos a cada extraño. (790)
Dices que por multiplicarte, ¡extraña excusa!
Cuando la razón es la alcahueta de los abusos de la lujuria.

‘No lo llames amor, porque Amor voló al cielo
Desde que la húmeda Lujuria usurpa su nombre en la tierra
Y bajo su modesta forma se alimenta (795)
De la fresca belleza, manchándola con quejas.
La ardiente tirana la toma y pronto la despoja,
Como hacen las orugas con las tiernas hojas.

‘El amor conforta como la luz de sol después de la lluvia,
El efecto de la lujuria es tempestad después del sol; (800)
La gentil primavera del amor debe permanecer fresca,
El invierno de la lujuria llega cuando la mitad del verano corrió;
El amor no se excede, la lujuria glotona muere,
El amor es todo verdad, la lujuria solo mentiras teje.

‘Puedo decir más, pero más no diré; (805)
El texto es antiguo, el orador muy verde.
Por tanto, triste, ahora me iré.
Mi rostro avergonzado, mi corazón irritado;
Mis oídos, que atendían a tu vicioso mensaje,
Arden ellos por haberse ofendido tanto.’ (810)

En eso él rompe el dulce abrazo
De aquellos brazos que lo ataban a su seno,
Y corre a casa a través de un claro del bosque
Dejándola muy afligida y tendida de espaldas.
¡Mira!, Como una estrella arrojada del cielo, (815)
Así se desliza él en la noche de los ojos de Venus,

Que detrás de él se lanzan, como uno que desde
La costa contempla cómo embarca el último amigo,
Hasta que las olas, cuyas crestas salvajes compiten
Con las nubes reunidas, más no dejan verlo. (820)
Así la sombría y despiadada noche
Ocultaba el objeto que saciaba su mirada.

Sorprendida como quien desprevenido
Pierde una preciosa joya en la corriente,
O vacilante, como los que suelen vagar en la noche, (825)
La luz apagada, en medio de un desconfiado bosque;
Así de confundida en lo oscuro yace ella
Habiendo perdido al que iluminaba su camino.

Ernst Ludwig Kirchner, Retrato con modelo 1910

Y ahora ella golpea su pecho, que gime.
De modo que las grutas vecinas, como turbadas, (830)
Repiten todas verbalmente sus quejas;
La pasión duplicando la pasión se redobla:
‘Ay de mi’, ella grita, y veinte veces, ‘pena… pena…’
Y veinte ecos veinte veces regresan.

Ella, marcándolas, inicia una sollozante nota (835)
Y canta, extemporáneo, un triste canto:
De cómo el amor somete al joven y trastorna al viejo,
De cómo es cuerdo en la locura y en prudencia, loco.
Su pesado himno concluye con un lamento,
Y siempre ahí el duplicado coro de ecos. (840)

Su canto era tedioso y excedía la noche.
Las horas de los amantes son largas, aunque parezcan cortas,
Y como a ellos gusta lo que ocurre, piensan, otros se deleitan
En similares circunstancias, con similares juegos:
Sus historias tantas veces comenzadas (845)
Terminan sin audiencia y nunca concluyen.

Pero, ¿a quién tiene ella para pasar la noche,
Sino sonidos vacíos que parecen parásitos,
Camareros de ágil lengua que lo que escuchan repiten
Complaciendo el humor de intelectos fantásticos? (850)
Ella dice ‘Así es’, y ellos responden ‘Así es’,
Y lo mismo harían si dice ‘Así no es’.

¡Mira!, ahora la gentil alondra, cansada de descanso,
Desde su húmeda estancia se remonta alto
Y despierta a la mañana, desde cuyo pecho de plata (855)
Emerge el sol en su majestad,
Lanzando al mundo tan gloriosa mirada
Que oro bruñido parecen la cima de cedros y colinas.

Venus lo saluda con estos buenos días:
‘Oh tú, patrón de toda luz y dios de la claridad, (860)
De quien cada estrella que brilla y cada lámpara
Toma la maravillosa influencia que la hace brillar,
Vive aquí un hijo, amamantado por madre mortal
Que, como tú la prestas a otros, luz a ti te prestaría.’

Dicho esto, se apresura hacia un bosquecillo de mirtos (865)
Meditando en cuánto la mañana ha avanzado
Y, aún, no tiene noticias de su amor.
Pone atención a la trompa de caza y a los cazadores,
Enseguida escucha su canto lujurioso
Y toda apurada se desliza al bullicio. (870)

Y mientras corre los arbustos del camino
La toman del cuello, otros besan su rostro,
Algunos la trenzan del muslo para evitar que avance;
Ella, salvaje, de estos abrazos se deshace
Y como una cierva que lacta, cuyas mamas hinchadas (875)
Duelen, se apura a alimentar su cría en algún matorral.

En esto escucha el aullido acorralado de los perros,
Y se estremece como uno que espía y, de pronto,
En el camino una víbora en espiral le surge
Y el temor le hace temblar de escalofrío. (880)
Así aparece ante sus sentidos
El timorato aullido, que mina su espíritu.

Porque ella sabe que esta cacería no es fácil,
Sino la del afilado jabalí, el rudo oso o el león orgulloso,
En donde los bramidos no se mueven de un lugar (885)
Mientras los temerosos perros ladran alto;
Hay cortesía frente al maldito enemigo
Pues forcejean entre ellos y se ceden el paso.

Este triste llanto resuena triste en su oído,
Y lo atraviesa hasta sorprender a su corazón (890)
Que, asaltado por la duda y el anémico temor
Con pálida y fría flaqueza paraliza cada parte sensible;
Y son como soldados que vilmente huyen cuando
Su capitán cae: en la batalla no permanecen.

Inmóvil está ella en tembloroso éxtasis (895)
Hasta que animando sus desmayados sentidos,
Les dice que no es más que una fantasía sin razón,
Lo que les causa miedo un infantil error;
Les ruega ya no temblar, les ruega no más temor,
Y con esta palabra divisa cazado al jabalí. (900)

El espumoso hocico está pintado de rojo
Como si se tratara de leche mezclada con sangre,
A través de toda ella se expande un segundo temor
Que la empuja enloquecida hacia no sabe dónde,
Corre hacia un lado y se detiene (905)
Para luego volver y llamar asesino al jabalí.

Mil sinsabores la empujan por mil caminos,
Ella los pisa y regresa otra vez;
Su apuro, más que rápido, lo matiza con retardos
Como procede un cerebro borracho. (910)
Atenta a todo, a nada atiende;
Se ocupa de todo, pero nada emprende.

Atorado en un matorral encuentra un cazador
Y al agotado animal interroga por su amo;
A otro mira que lame su herida, (915)
Contra llagas infectadas, ungüento soberano.
Luego encuentra a otro, triste y ceñudo,
Al que habla y él responde con aullidos.

Cuando ha cesado su lamentable quejido,
Otro más con la boca colgante, negro y mal encarado, (920)
Contra el firmamento descarga su voz;
Y otro y aun otro le responden,
Golpeando la tierra con sus colas orgullosas,
Batiendo sus orejas rasgadas, sangrando a su paso.

Mira, así como la pobre gente de este mundo (925)
Se asombra ante apariciones, prodigios y signos,
A los que mucho con ojos temerosos ha observado
Invistiéndolos con espantosas profecías,
Así ante estos tristes signos ella toma aire
Y suspirando otra vez interroga a la Muerte: (930)

‘Tirana desfavorecida, fea, delgada, escasa,
Odiosa divorciada del amor, —así la reta—,
Fantasma nefasto, gusano de la tierra,
¿Quieres sofocar la belleza y robar el aliento
De aquel quien vivo, su aire y belleza, (935)
Fue aroma de las violetas y brillo de las rosas?

‘Si él ha muerto, ¡Oh, no! no puede ser…
Ante tal belleza no creo que te hayas atrevido—,
¡O sí, se puede. Ojos no tienes que vean,
Sino que odiosamente al azar vas tocando. (940)
Tu blanco es la edad, débil, pero tu dardo
Engañoso yerra y atraviesa un corazón joven.

‘Si fueras cuidadosa lo habrías escuchado
Y, escuchándolo, tu poder habría perdido poder.
Las divinas Parcas te maldigan por este error: (945)
Te ordenaron cortar una hierba y cortaste una flor.
Debió volar hacia él la dorada flecha del amor
Y no el dardo de ébano que golpea con la muerte.

‘¿Bebes lágrimas, que provocas tanto llanto?
¿Cómo puedes de un pesado quejido tomar ventaja? (950)
¿A los ojos que enseñaron a todos los otros a ver
Al sueño eterno los lanzas?
Ahora Natura ya no se cuida de tu mortal vigor,
Desde que su mejor trabajo arruinaste con tu rigor.’

En este punto, como alguien lleno de desespero, (955)
Ella baja los ojos, esclusas que detienen
El flujo de cristal que desde sus dos mejillas
Cae sobre el dulce canal de los senos;
Pero a través de estas compuertas vence la lluvia
De plata y su curso firme abre de nuevo. (960)

¡Oh!, qué bien se prestan y comercian lágrimas y ojos:
Sus ojos se miran en las lágrimas, las lágrimas en sus ojos,
Ambos cristales en donde las penas se miran.
Penas que los amigables suspiros intentan secar;
Pero, como un día tormentoso, viento ahora, ahora lluvia, (965)
Los suspiros secan sus mejillas, las lágrimas las vuelven a mojar.

Las inconstantes pasiones amontonan sus constantes penas
Como esmerándose en demostrar cuál sería su mejor pesar;
Todas entran, cada pasión intenta mostrar
Que cada dolor presente parezca el jefe, (970)
Pero ninguno es mejor; entonces todas se reúnen
Como nubes cuando se consultan sobre el mal tiempo.

En eso, a lo lejos ella escucha aullar a un cazador;
Canción tan dulce jamás deleitó así a un niño.
Este sonido de esperanza expulsa (975)
La temible idea que la perseguía;
Pues ahora una alegría renacida le ofrece regocijo
Y la halaga: es la voz de Adonis.

Regresan entonces las lágrimas a su manantial,
A encerrarse en sus ojos como perlas en cristal; (980)
Mas, aun así, de pronto alguna gota de oriente escapa
Que su mejilla la absorbe, temiendo que pase
Y venga a lavar la cara de la enlodada tierra,
Que solo se embriaga, cuando ella parece ahogada.

¡Oh receloso amor!, cuan extraño es (985)
No creer y aun creerlo todo,
Tu bien y tu mal son ambos extremos.
El desespero y la esperanza te hacen ridículo:
La una te halaga con pensamientos improbables,
El otro, con pensamientos probables te mata. (990)

Ahora ella desteje la red que había forjado:
Adonis vive, la Muerte no merece reclamos,
No fue ella quien la acusó de no valer nada;
Ahora añade honores a su odioso nombre:
Reina de las tumbas la llama, tumba de reyes, (995)
Supremo imperio de las cosas mortales.

‘No, no’, le dice, ‘dulce Muerte, era broma;
Sin embargo, perdóname. Sentí una especie de temor
Cuando encontré al jabalí, esa bestia de sangre
Que no conoce la piedad, sino que es severa. (1000)
Entonces, suave sombra, toma mi confesión:
Me empeñé contra ti temiendo la muerte de mi amor.

‘No es mi culpa: el jabalí provocó mi lengua;  
Véngate en él, invisible señora.
Porque ha sido él, infame criatura, quien te ha dañado; (1005)
Yo solo reaccioné, pero es él el autor de las ofensas.
Dos lenguas tiene la pena, y no hay mujer
Que maneje ambas sin el ingenio de diez.’

Esperanzada en que Adonis vive
Su sospechoso arrebato debe excusar; (1010)
Y para que la belleza del joven quede protegida
Ante la Muerte se conduce humildemente:
Le cuenta de trofeos, estatuas, tumbas;
Recuenta sus victorias, sus triunfos y sus glorias.

‘Oh Júpiter, cuan insensata fui (1015)
Por ser de mente tan débil y tonta,
Llorar la muerte de quien vive y no debe morir
Sin provocar la ruina de la especie humana;
Porque él muerto, con él la belleza cae,
Y, muerta la belleza, el negro caos regresa. (1020)

‘¡Quita, quita, amor enamorado! Estás tan lleno de temores
Como uno que esconde un tesoro y está cercado de ladrones.
Naderías sin sentido al ojo y al oído
Apenan tu corazón cobarde con fantasías.’
Apenas dicho esto ella escucha un feliz cuerno, (1025)
Y ahora salta la que lloraba hace un momento.

Como un halcón sobre su presa, se eleva.
La grama no pisa, tan ligera es su planta;
Y en su apuro descubre el infortunado triunfo
Del jabalí sobre lo que era su deleite. (1030)
Entonces sus ojos, asesinados por la vista,
Como estrellas avergonzadas por el día, se nublan;

O, como el caracol, cuyas tiernas antenas, apenas
Tocadas, lo hacen retroceder herido a su cueva
Y allí, sofocado, se sienta, cubierto de sombras (1035)
Y por largo rato no osa arrastrase afuera otra vez.
Así ante aquella vista de sangre, sus ojos se abandonan
En los profundos, oscuros encierros de su cabeza,

Y allí renuncian a su oficio y a su luz
Para someterse a su perturbado cerebro (1040)
Que les ordena esposarse a la horrible noche
Y nunca más herir al corazón con miradas.
Y este, como un rey perplejo en su trono,
Por esta causa lanza un mortal sollozo.

Mientras, cada sumiso súbdito tiembla (1045)
Como cuando el viento, oprimido en el mundo,
Se abre paso y erosiona las bases de la tierra
Y con helado terror a los hombres empuja a confusión.
Este motín de tal forma a cada parte sorprende,
Que desde su oscuro encierro sus ojos regresan (1050)

Y abiertos, iluminan sin querer
La trinchera ancha que el jabalí había cavado
En su gentil flanco, que ya no es del lirio
Sino de las lágrimas color purpura que la herida había llorado.
No hubo flor de la noche, ni hierba, ni hoja, (1055)
Que no robase su sangre y sangrara con él.

Raoul Hausmann, Vera Broïdo c. 1931

Esta solemne simpatía la pobre Venus la nota.
Deja caer sobre uno de sus hombros su cabeza.
Es muda su pena, su adoración frenética.
Piensa que no puede haber muerto, que no está muerto; (1060)
Su voz se detiene, sus articulaciones olvidan la acción,
Sus ojos están molestos por tanto llanto.

Ante tal dolor, ella mira tan fijamente la herida
Que su vista, deslumbrada, hace parecer tres,
Y a sus ojos engañosos vuelve a reprender (1065)
Porque ven cortes en donde no hay ninguno.
Parece haber dos caras, cada miembro duplicado;
A menudo el ojo yerra cuando el cerebro está turbado.

‘Mi lengua, que no logra expresar por uno su pena,
Sin embargo, dice ella, contempla a dos Adonis muertos. (1070)
Mis suspiros volaron, mis saladas lágrimas se han ido,
Mis ojos se han vuelto fuego, mi corazón plomo:
Que el pesado corazón se mezcle al fuego de los ojos,
Y muera yo así entre gotas de hirviente deseo.

‘¡Pobre de mí! ¡Pobre mundo, qué tesoro has perdido! (1075)
¿Qué rostro queda que valga ser visto?
¿Qué lengua que sea música? ¿Qué puedes presumir
Del pasado, o qué cosa del porvenir?
Las flores son dulces, sus colores frescos adornan,
Pero la belleza dulce y verdadera vivió y murió con él. (1080)

‘!Que en adelante ninguna criatura lleve velo!
Ni el sol ni el viento lucharan por besarte,
No habiendo belleza qué perder, no tienes qué temer.
El sol la desdeña, la sisea el viento,
Pero cuando Adonis vivía, sol y afilado viento (1085)
Merodeaban como ladrones, para robar de él.

‘Entonces él se cubría con su bonete
Bajo cuyos bordes intentaba el sol mirar
Mientras el viento lo soplaba para, una vez caído,
Jugar con sus bucles. Entonces Adonis lloraba (1090)
Y sol y viento, condolidos por sus tiernos años,
Luchaban por ver quién secaba sus lágrimas primero.

‘Para ver su rostro el león caminaba oculto
Tras algún seto, porque no quería asustarlo;
Cuando él cantaba para entretenerse (1095)
El tigre se mostraba manso para escucharlo;
Y si hubiera hablado, el lobo habría dejado su bocado
Sin atemorizar más ese día al tonto cordero.

‘Cuando contemplaban su sombra en el arroyo
Los peces la tocaban con sus aletas de oro; (1100)
Cuando por ahí pasaba, tal placer tomaban los pájaros
Que a su vista algunos cantaban, y otros en sus picos
Traían para él moras o cerezas rojas y maduras;
Su visión los alimentaba, y ellos, a él, con bayas.

‘Pero este sucio y feo jabalí, de erizado hocico, (1105)
Cuyo ojo rastrero siempre busca tumbas,
No vio la belleza que se le enfrentaba:
Prueba es el tratamiento que le dio.
O, si vio su rostro, entonces pienso
Que intentó besarlo y al acercarse lo mató. (1110)

¡Así es! ¡Así es! Así fue como cayó Adonis:
Corrió hacia el jabalí con su afilada lanza,
La bestia no apuntaba su hocico contra él
Sino que, pensando en un beso para persuadirlo,
Acariciando su costado, el amoroso puerco (1115)
En la suave ingle enfundó el colmillo.

‘De haber tenido dientes como los de él,
Confieso, de besos a la primera yo lo habría asesinado;
Pero ahora está muerto, y como bendecir no podrá
mi juventud con la suya, quedo maldita.’ (1120)
Diciendo esto cae en ese mismo lugar
Y mancha su rostro con la sangre coagulada.

Ella mira sus labios, son pálidos,
Lo toma de la mano, está fría;
Susurra en su oído una grave historia (1125)
Y pareciera escuchar las penosas palabras que dice;
Levanta el cofre de sus parpados
¡Y mira! Dos lámparas, apagadas, yacen en lo oscuro.
.
Los dos espejos en donde ella, ella misma,
Mil veces se contempló, ya no reflejan; (1130)
Perdida la virtud que antes excedían,
Y así cada belleza robada de su efecto.
‘Maravilla del tiempo’, dice, ‘es mi despecho
Que el día aun brille estando tú muerto.’

Metamorfosis de Adonis, Marcantonio Franceschini

‘Ahora que has muerto, mira, he aquí mi profecía: (1135)
De aquí en adelante la pena acompañará al amor;
Servido con celos, dulce será el comienzo,
Sin sabor el final;
Jamás en equilibrio, sino mucho o poco,
Los muchos placeres no compensaran el ahogo. (1140)

‘Será voluble, falso, lleno de fraudes;
Un mismo suspiro otorgará condena y vida,
Veneno habrá en el fondo y dulce preñando el tope
Para engañar a la penetrante vista.
El cuerpo fuerte caerá débil, (1145)
El sabio herido quedará mudo y enseñará a hablar al necio.

‘Será moderado y muy desordenado,
Enseñando a bailar al de edad decrépita 
Y al completo rufián a ser reservado.
Rebajará al rico y enriquecerá al pobre. (1150)
Mezclará furiosa locura y blanda candidez,
Haciendo al joven viejo y al viejo, un crío.

‘Sembrará sospechas sin causas de temor,
Confianza en donde se justifique el recelo;
Será complaciente o demasiado severo, (1155)
Y más engañoso cuando más juicioso parezca.
Cuando se muestre más franco, será perverso;
Pondrá temor al valor, coraje al cobarde.

‘Será causa de guerra y de eventos nefastos,
Creará discordia entre el hijo y el padre; (1160)
Súbdito y esclavo de todos los descontentos,
Será como materia seca inflamable para el fuego.
Y ya que la muerte destruyó al mío en su primavera,
Que los mejores amantes no disfruten de sus amores. ’

En esto, el joven que a su lado yacía muerto, (1165)
Semejante a vapor ante su vista se evapora
Y de su sangre esparcida por la tierra,
Matizada de blanco, una flor púrpura brota
Similar a sus pálidas mejillas y a la sangre
Que sobre el blanco destacaba en redondas gotas. (1170)

Ella inclina la cabeza, siente el aroma de la flor recién nacida,
La compara al aliento de su Adonis
Y se dice que la flor habitará en su seno,
Ya que de allí lo arrebató la muerte.
Corta el tallo y en la brecha aparecen (1175)
Gotas de verde savia que ella compara con lágrimas.

‘Pobre flor que copias las maneras de tu padre,
—Dulce resultado de un señor aun más dulce—,
La más pequeña pena humedecía sus ojos:
Crecer para sí mismo fue su deseo, (1180)
Y así brilla; pero entérate, ahora da igual
Que marchites en mi pecho o en su sangre.

‘Este fue el lecho de tu padre, aquí, mi pecho;
Lo más próximo a su sangre eres, es tu derecho.
Ven, descansa en esta cóncava cuna. (1185)
Mi corazón palpitante te mecerá noche y día,
Así, no habrá un minuto de una hora
Sin que bese la dulce flor de mi amor.

Entonces, agotada del mundo ella se eleva,
Alineadas al yugo sus palomas de plata, (1190)
Con cuya ágil ayuda su señora, a través de cielos vacíos,
En su luminoso carro, velozmente es transportada.
El curso es hacia Páfos, adonde su reina
Entrará en clausura y, más, no se dejará ver.

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