Soneto CLI (151)
Cupido es muy niño para saber lo que es la conciencia.
Pero, ¿Quién no sabe que la conciencia nace del amor?
Entonces tú, gentil tramposa, no apures mis errores,
No sea que de mis faltas culpable sea tu dulce ser:
Pues traicionándome, traiciono yo lo más noble
De mí a la sedición de mi grosero cuerpo.
Mi alma dice a mi cuerpo que puede triunfar
En el amor. La carne no atiende otra razón,
Sino que creciendo en tu nombre apunta hacia ti
Como su triunfante premio. Orgullosa de su orgullo
Se contenta con ser tu pobre esclava,
Apoyar tus asuntos, yacer a tu lado.
No por falta de conciencia llamo amor
A aquella por cuyo amor me levanto y derrumbo.
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Comentario:
Soneto rompecabezas.
La idea de que el dios Cupido, inmortal bebé hijo de Venus, tenga algo que ver con la formación o el nacimiento de la conciencia (ver verso 2), contradice no solo lo que afirma el verso 1, sino que va también contra la tradición y, en nuestra opinión, incluso contra los hechos de la vida misma. Usualmente el tipo de amor del cual tratan los sonetos del Ciclo de la Dama Oscura, aquel que incluye la atracción sexual como uno de sus componentes, desmantela la conciencia.
De acuerdo con la tradición, dos clases de flecha contiene el carcaj de Cupido: la de oro activa la atracción, mientras la de hierro activa el rechazo. Y ambas nos colocan en un contexto irracional en donde la conciencia, la realidad o la sensatez, poco juegan en las elecciones que vendrán. Ya Shakespeare nos ha comentado abundantemente cómo Will «ve lo que no es».
En resumen, no disponemos de referencias de la época que nos permitan entender el significado del segundo verso en el contexto del soneto. Una opción, sin embargo, pensamos, sería leer y entender la pregunta del segundo verso como una referencia irónica, en donde la cuestión se plantea a la amante sugiriendo exactamente lo contrario de lo que él y ella saben que es. Nos hemos estado moviendo en medio de una relación en donde los celos, las indirectas, las picardías, el humor, el amor y el odio, se combinan entre ellos permanentemente, eludiendo a menudo la recta sinceridad.
Otra opción, menos rebuscada pero que no deja de tener sus comillas, sería reconocer que, a la larga, cuando el momento de la pasión ha pasado, (es decir, la flecha de Cupido cesó su efecto), y la conciencia ocupe de nuevo su lugar, podemos revisar hacia atrás lo ocurrido y extraigamos alguna enseñanza de la experiencia.
Sin embargo, ¿Esta enfermedad puede repetir, sin importar cuanta conciencia hayamos acumulado?
Recordemos al profesor actuado por Emil Jannings en el Ángel azul, y no olvidemos que, por alguna razón, cuando el diablo decide tentar a San Antonio a todas horas, lo hace con lujuria, poder y riquezas, en ese orden de importancia. ¿Cuántas almas con la fortaleza de San Antonio existen?
Nosotros mismos, nuestra «conciencia», inconscientemente, y las leyes, se encargan de intentar reprimir el deseo, con relativo éxito. Lo reprimen, pero no lo eliminan.
Adicionalmente, este soneto podría llamarse el ‘soneto de la erección’, pues hay una referencia a la cita latina «penis erectus non habet conscientiam«, porque ¿cuál es esa carne que no atiende razones y se levanta al escuchar tu nombre y crece y apunta hacia ti en los versos 8 y 9?
Natasha McElhone y Kenneth Branagh en Trabajos de amor perdidos
Por último, para sumar contexto, comentamos que la referencia al Amor como fuerza, personalizado, viene siendo usada en 137, 145, 148 y ahora, en 151. El ciclo de la Dama Oscura finaliza con el próximo soneto, el 152. Los sonetos finales, el 153 y 154, están dedicados exclusivamente a Cupido, y no podemos dejar de sentir que Shakespeare ha preparado convenientemente la llegada del dios que, como veremos, es un bebé que entre travesura y travesura se queda dormido. Viene con su llama a cerrar la obra.
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