El peregrino apasionado

The Passionate Pilgrim by William Shakespeare, aquí versión propia en español / English version: https://shakespearedocumented.folger.edu/resource/document/passionate-pilgrim-second-edition
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William Shakespeare

– I – (Ver S. 138)

Cuando mi amada jura que es toda fiel,
le creo, aunque sé que miente,
así ella me considera un joven ignorante,
torpe en la palabra y su falsa falsedad.

Yo en vano pienso que ella me considera joven,
aunque sé que de mis años han pasado los mejores.
Sonriendo yo acredito su falsa lengua
superando las faltas de amor con mal de amores.

Pero, ¿por qué dice mi amor que ella es joven?
¿Y por qué no digo yo que soy viejo?
Oh, el mejor hábito del amor es lisonjear con la lengua,
Y la edad, en el amor, no ama contar los años.

Por tanto, me acuesto con mi amor, y mi amor conmigo,
porque así en el amor ahogamos nuestros pecados.

– II – (Ver S. 144)

Dos amores tengo para consuelo y desespero,
que, como dos espíritus, sin cesar me tientan.
Mi mejor ángel es un hombre justo,
mi peor espíritu, una mujer del color del mal.

Para ganarme rápido el infierno, mi diablo mujer
tienta a mi mejor ángel de mi lado
y corrompería a mi santo para que sea un diablo,
cortejando su pureza con el obsceno orgullo de ella.

Y que mi ángel se convierte en demonio,
lo sospecho, aunque no directamente lo digo,
porque al ser los dos para mí, y entre ellos, amigos,
supongo a un ángel en el infierno del otro.

La verdad no la sabré, pero viviré en la duda,
hasta que mi ángel malo dañe al bueno.

– III –

¿No fue la celestial retórica de tus ojos,
contra quien el mundo no argumenta,
quien trajo mi corazón a este falso perjurio?
Los votos por ti rotos no merecen castigo.

A una mujer engañé, pero yo probaré
que a ti, siendo una Diosa, no te abandoné:
Mi voto fue terrenal, tú un amor celestial.
Ganar tus gracias curó en mí toda desgracia.

Mi voto fue aliento, y el aliento es vapor.
Entonces tú, hermoso sol, que en esta tierra brillas,
exhala este vapor ahora. En ti está.
Si está roto, entonces la culpa no es mía.

Si por mí se rompió, ¿qué tonto no es tan sabio
para romper un juramento, por ganar un paraíso?

– IV –

La dulce Citerea, sentada junto a un arroyo
con el joven Adonis, fresco, verde y hermoso,
cortejaba al muchacho con amorosas miradas,
miradas que, salvo la reina de la belleza, nadie podría mirar.

Ella le cuenta historias para deleitar su oído,
le muestra favores que seducen su mirada.
Para ganar su corazón, lo toca aquí y allá.
Toques tan suaves que conquistarían la castidad.

Pero, sea que, de entender, los años mozos carecen
O que él se niega a aceptar su imaginaria oferta,
El tierno joven no toca el cebo,
Sino sonríe y bromea, gentilmente.

Entonces cae de espaldas la bella reina, y, reacio,
Él se levanta y corre. Ah, porfiado y muy tonto.

– V –

Si el amor me hace olvidar, ¿Cómo puedo jurar amar?
Oh nunca se debiera jurar fe, si no es por esperar belleza.
Aunque a mí mismo olvide, a ti te lo probaré siempre.
Aquellas promesas, para mí robles, ante ti serán curvos mimbres.

El estudiante abandona y hace de tus ojos su libro,
En donde viven todos los placeres que el arte comprende.
Si el conocimiento es el fin, basta conocerte.
Bien docta es esa lengua que elogiarte bien puede,

Muy ignorante esa alma que no se asombra al verte.
Para mí es una alabanza admirar tus partes:
Tu ojo semeja el relámpago de Júpiter, tu voz su trueno terrible,
Pero sin ira, es música y fuego dulce.

Celestial como eres, no ames ese mal,
cantar alabanzas al cielo con lengua terrenal.

– VI –

Apenas había secado el sol la mañana cubierta de rocío
y apenas en busca de sombra había ido al seto el rebaño,
cuando Citerea, arrebatada por amor,
anhelante espera por Adonis

Bajo un mimbre que crece junto a un arroyo,
un arroyo en donde Adonis solía refrescar su sopor.
Caliente estaba el día, pero ella parecía más caliente
por su cercanía, que lo que en general sería.

Enseguida él llega y arroja su manto,
y desnudo aparece sobre el verde borde del arroyo.
El sol mira al mundo con ojos gloriosos,
pero no tan ansiosos como esta reina a él.

Él, espiándola, salta desde donde estaba.
«Por Júpiter», exclama ella, «¡Por qué no soy yo un arroyo!».

– VII –

Hermosa es mi amada, pero no tan hermosa como caprichosa.
Suave como paloma, pero ni veraz ni devota.
Brilla más que el vidrio y, empero, quebradiza como vidrio,
Más suave que la cera es, y sin embargo, oxidada como el hierro.

Un lirio pálido, adornado con tinte de damasco,
Ninguno más justo, pero ninguno más falso.
Sus labios a los míos cuán a menudo se han unido,
¡Entre cada beso jurando promesas de amor sincero!

¡Cuántos cuentos para complacerme inventó,
Ansiosa por mi amor, temiendo su pérdida!
Sin embargo, en medio de sus puras protestas,
Su fe, sus juramentos, sus lágrimas, todo eran bromas.

Ella quemaba de amor, como paja con fuego inflamada.
Ella apagaba el amor, tan pronto como la paja se apagaba.
Ella enmarcaba el amor y dañaba el encuadre.
Ella pedía amor duradero, pero se desviaba.

¿Era ella una amante o una libertina?
Perversa en ambos casos, excelente, nunca.

– VIII –
Si la música y la dulce poesía coinciden
como se deben hermana y hermano,
entonces será grande el amor entre nosotros,
porque tú amas a una y yo a la otra.

Dowland para ti es querido, su toque celestial
sobre el laúd arrebata los sentidos.
Spencer para mí, cuya profunda razón es tal
Que, más allá de toda razón, defensa no necesita.

Te encanta escuchar el dulce y melodioso sonido
que hace el laúd de Febo, rey de la música.
Y yo en profundo deleite me ahogo,
apenas a cantar él mismo comienza.

Un mismo dios es dios de las dos, como fingen los poetas.
Un caballero a las dos ama, y las dos en ti se hallan.

– IX –

Bella era la mañana cuando la bella reina del amor,
………………………………..
Más pálida de pena que su paloma, blanca como la leche,
Por causa de Adonis, un joven orgulloso y salvaje,

Se halla sobre una colina empinada.
En seguida Adonis llega con la trompa y sus perros.
Ella, sensata reina, con sospechosa buena voluntad,
Pide al joven no atravesar por ciertos parajes:

«Una vez», le dice ella, «vi a un joven dulce y hermoso
Aquí, por estos arbustos, herido por un jabalí
Profundo en el muslo, ¡triste espectáculo!
Mira mi muslo», le dice ella, «aquí estaba la herida».

Ella muestra la suya: él ve más heridas que una
Y en rubor huye, y sola la deja.

– X –

Dulce rosa, hermosa flor pronto arrancada, temprano ajada,
Arrancada del botón y maltratada en primavera,
Perla brillante de oriente a destiempo apagada.
Criatura hermosa, temprano muerta por el agudo aguijón de la muerte.
Como verde ciruela que cuelga de un árbol,
Y que cae por el viento antes de madurar siquiera.

Lloro por ti y causa tengo ninguna
Pues en tu testamento nada me has dejado,
Y, sin embargo, me dejaste más de lo anhelado,
Porque nada anhelaba de ti.
Oh sí, amiga, disculpa mi error:
Tu descontento me has legado.

– XI –

Venus, con el joven Adonis sentado a su lado
Bajo la sombra de un mirto, comienza a cortejarlo:
Le cuenta al joven cómo el dios Marte la probó
Y tanto como él cayó por ella, tanto ella cayó por él.

«Así», le dice, «el dios de la guerra me abrazó».
Entonces coge a Adonis en sus brazos.
«Así», le dice, «el dios de la guerra me desató».
Como si el joven poseyera igual amoroso encanto.

«Así», dijo ella, «se apoderó de mis labios»,
Y los labios de ella toman los de él.
Y mientras ella recobraba el aliento, él salta
Y ni toma su mensaje ni toma su placer.

¡Ah, tuviera yo a mi señora aquí,
Para besarme y tomarme hasta que yo me evada!

– XII –

La amarga edad y la juventud no pueden convivir juntas:
La juventud está llena de placer, la edad llena de cuidados.
La juventud es mañana de verano, la edad clima invernal.
La juventud es valiente estío, la edad invierno desnudo.
La juventud es puro juego, el aliento de la edad, corto.
La juventud es ágil, la edad coja.
La juventud es cálida y audaz, la edad débil y fría.
La juventud es salvaje y la vejez mansa.
Edad, yo te aborrezco. Juventud, yo te adoro.
¡Oh, mi amor, mi amor es joven!
Edad, así te desafío: Oh, dulce pastor, desaparece,
Porque te quedas demasiado, me parece.

– XIII –

La belleza no es más que un bien vano y dudoso,
Un brillo resplandeciente que vadea de repente.
Una flor que muere apenas brota,
Un vidrio quebradizo al instante roto.
Un bien dudoso, un brillo, una flor, un vaso,
Perdido, vadeado, roto, muerto en una hora.

Y como los bienes perdidos casi nunca se encuentran,
Como brillo perdido ningún pulido lo refresca.
Como flores marchitas que yacen en el suelo,
Como vidrios rotos que ningún cemento repara,
Así la belleza una vez manchada, para siempre se pierde,
No importan la medicina, la pintura, el dolor y el costo.

– XIV –

«Buenas noches, buen descanso». Ah, ninguno será para mí, (1)
Pues ella dice buenas noches y aleja de mí el descanso,
Y me aparta en una adornada estancia
En donde discurro sobre los temores de mi ruina.
«Que te vaya bien», agrega ella, «y de nuevo vuelve mañana».
Irme bien no podía, solo, a cenar con la pena.

Ella, al despedirme, sonrió dulcemente. (7)
Desprecio o amistad, no sabría decir cuál.
Quizás le encanta bromear con mi exilio,
Quizás, de nuevo, quiere hacerme vagar.
«Vagar…», una palabra para sombras como yo lo soy,
Que hacen el trabajo, sin aprovechar el producto. 

¡Señor, cómo mis ojos lanzan miradas hacia el este! (13)
Mi corazón carga con la espera. La mañana se levanta
Y de cada moviente cosa arranca el ocioso reposo.
Sin atreverme a confiar en el oficio de mis ojos,
Mientras el ruiseñor se sienta y canta, yo me siento y danzo,
Y pido que sus canciones se afinen con la alondra,

Porque ella recibe la luz del día con su cancionero, (19)
Y aleja la noche oscura y soñadora.
Expulsada la noche, hacia mi belleza corro.
Mi corazón la espera y mis ojos su visión desean.
El dolor transformado en consuelo se mezcló con el dolor
Porque ella suspiró y me invitó a venir mañana.

Si estuviera con ella, la noche demasiado pronto llegaría, (25)
Pero, ahora, minutos se añaden a las horas.
Para fastidiarme, cada minuto parece un ciclo de la luna.
¡Si no para mí, brilla, sol, para socorrer a las flores!
Apura, noche. Aparece, día. Buen día, de la noche ahora toma prestado.
Acorta, noche, esta noche, y alárgate tú misma mañana.

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